Hay que decir de Santiago Cabello que se crece a cada
paso que da, desde su aparición en la escena pública pozoalbense.
La puesta de largo del candidato y su grupo, en un
sencillo acto, la remató con un discurso riguroso y emotivo.
Riguroso porque es hombre acostumbrado al orden y la
disciplina en su trabajo, de lo que dan fe cuantos en esa parcela le han
tratado. Y emotivo, porque habla con el corazón, cualidad ésta poco usual en la
arena política.
Comenzó Santiago su alocución desgranando los
pormenores de “la encrucijada” en que se había visto al brindarle el Grupo
Popular este compromiso.
Dijo haberse visto entre “rechazar el ofrecimiento y
traicionar los principios de responsabilidad que mis padres me inculcaron, o,
aceptar y sacrificar con ello una vida pacífica y sin sobresaltos junto a los
mios”. Porque, continuó, “no se trata de mi comodidad o mi sacrificio, pues soy
consciente de que con mi aceptación implico a mi entorno familiar”.
Agradeció, emocionado, la actitud de sus padres de los
que, una vez tomada la decisión, “recibió todo su apoyo y cariño”.
En el terreno menos personal, habló Santiago de que
“corren tiempos de dificultad municipal en Pozoblanco. Una dificultad, que
vemos patente en la sensación de vacío que ofrece el gobierno de nuestro
pueblo, donde la corporación se debate en la pugna de personalismos, rencillas
entre grupos y falta de unidad”.
“Hay un clamor
y un divorcio”, aseguró Santiago con
la rotundidad de quien está convencido de la necesidad de un cambio. “Un clamor del pueblo por un cambio…y un divorcio de ese pueblo con su
Ayuntamiento”.
Hizo referencia después a los “siempre leales afiliados y
simpatizantes del Partido Popular. Sin vosotros –dijo- sin vuestro apoyo, el
ejército que necesito para ganar esta batalla, y del que soy un humilde
servidor, no existiría”.
Por último, Santiago se centró en valorar al grupo de
mujeres y hombres que le acompañan en su candidatura. Dijo de ellos que reunían
“juventud y veteranía, que es lo
mismo que decir dinamismo y experiencia.
Dinamismo, necesario, porque la vida moderna tiene un ritmo frenético. Los
cambios se suceden en semanas o meses, lo que en otro tiempo mudaba en
décadas”.
“Y experiencia porque la esencia de la convivencia
humana se sustenta en valores que no tienen caducidad. Valores, fundamento de
la Democracia”.
Ya en la despedida recalcó que “todos mis compañeros
son hijos de Pozoblanco, con una profesión, que garantiza que no venimos a la
política a solucionar nuestro futuro, más bien, abandonamos obligaciones
personales para atender una necesidad de Pozoblanco”.
Cerró su intervención transmitiendo a sus compañeros
“confianza en la victoria para
ofrecerle a Pozoblanco un nuevo horizonte
y a sus adversarios políticos la humildad”
de su persona.
Lo dicho, un gran discurso de un hombre que ha
sacrificado una vida resuelta para adentrarse en el proceloso mar de la
política, con el único fin de hacer algo por su pueblo.
No es poco.